Allí plantada junto a la pista polvorienta y bajo el frío del invierno austral africano no parecía gran cosa. Unas hojas secas y embrolladas que apenas dejaban entrever una mata mustia y oxidada bajo el sol y los rigores de la intemperie. Pero, sin embargo, ahí mismo, apenas a unos metros de las ruedas del camión y a punto de desaparecer se encontraba un auténtico superviviente, un fósil viviente testigo de épocas remotas y quién sabe con cuántas décadas a cuestas
La welwitschia (Welwitschia mirabilis) constituye el único género de la familia de las Welwitschiacae y es una verdadera rareza que se deja ver de vez en cuando en los páramos del desierto del Namib que se extienden al norte del páis junto a la costa atlántica y en el sur de Angola. Se estima que puede vivir entre 400 y 1500 años aunque algunos ejemplares pueden haber alcanzado los 2000 años de existencia.
Su curioso nombre fue donado por el botánico austríaco Friedrich Welwitsch que la descubrió en 1860, pero entre las etnias locales recibe otras denominaciones no menos curiosas: tumboa, n'tumbo en angoleño, tweeblaarkanniedood en afrikaans, !kharos por los Nama o los Damara, nyanka por los Damara, khurub por los Nama, onyanga por los Herero.
Como todas la cosas raras, únicas o inusuales, la welwitschia se encuentra en peligro de extinción a pesar de las muestras de supervivencia y perseverancia que ha demostrado, pero nada es eterno y menos en estos tiempos que corren. Entre la reseca hierba rubia y la tierra árida de los interminables kilómetros del Namib, esta planta milenaria intenta seguir floreciendo a pesar de todo. Dejémosla tranquila y sigamos el camino.
(Namib, agosto de 2011)
(c) Copyright del texto y de la foto: Joaquín Moncó
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