Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

domingo, 23 de marzo de 2014

ESCULTURAS EN BUSCA DE AUTOR (TASSILI, ARGELIA)



El desierto puede ser bello y cruel, sublime y atroz, avasallador y devastador. Pero también es caprichoso.

El más poderoso de todos, el enigmátco Sahara, esconde en un rincón de sus arenas olvidadas, donde Argelia se junta con Libia, Níger y Mali, curiosas esculturas modeladas por manos desconocidas. En los parajes más recónditos del Tassili, reino de las piedras y la arena, se alzan elaboradas figuras de perfiles pulidos, torsos tallados con minuciosa precisión, representaciones animales de pasmosa semejanza. En una tierra de pueblos perdidos, cruce de gentes y civilizaciones, cualquiera ha podido blandir el cincel y el martillo dejando para la posteridad muestra de su arte. Desde los legendarios Garamantes a los actuales Tuaregs, desde las sandalias romanas de la Tercera Legión Augusta que con Cornelio Balbo soñó con llegar más al sur, y nunca sabremos si alguna vez vio el río Níger, hasta los cazadores y pastores que habitaron en estos páramos durante milenios viendo los árboles, la hierba y el agua tornarse en piedra, calor y huesos calcinados. 

No en vano las cuevas y bóvedas revelan de manera inesperada pinturas delicadas de depurada técnica, trazos esbeltos que recorren el cuello de jirafas, el lomo de leones o la colosal silueta de los elefantes. Manos que pintaron y pudieron esculpir. Un jabalí, un camello, dos enamorados, un templo, un arco triunfal. Las esculturas que me voy encontrando en mi recorrido por el Tassili Tadrart no dejan dudas de lo que representan. Vestigios difusos de una cultura olvidada.

Pero la realidad es mucho más sorprendente. Pues ninguna mano maestra fue la que esculpió esas figuras o talló esos perfiles. Ningún artesano anónimo de un pueblo perdido fue el que dedicó sus horas a dejar testimonio de su habilidad. La verosimilitud y el acierto en la representación son puro azar. Los artistas autores de esas esculturas no son otros que el viento, la arena y el paso del tiempo. El imaginario local encuentra parecidos fácilmente reconcibles como sucede con el jabalí o la cabeza de camello de Moul'n'aga y, en otros casos, busca la imagen más allá encontrando dos amantes conversando, la Catedral de In-Djérane o incluso la Copa del Mundo de Fútbol.

(Tassili Tadrart, diciembre de 2012)








(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

sábado, 22 de marzo de 2014

LA VACA QUE LLORA (TASSILI, ARGELIA)



Según la leyenda local que arrastra arenas ancestrales, la vaca llora porque es sabia y atisba detrás de las dunas el futuro que le espera. El desierto avanza, la desolación gana terreno y en poco tiempo el agua y los pastos no serán más que un espejismo sin palmeras.

La vaca que llora en realidad son tres que vierten una gruesa lágrima por su ojo derecho al tiempo que echan una mirada de auténtica conmiseración. Tal vez no sea lágrima ni llanto pero la tradición se ajusta perfectamente al gesto atemorizado de las vacas. Sus finos e interminables cuernos se alargan en varias direcciones afilando aún más su estrecho rostro que parece querer escaparse de la piedra. Allí, atadas a un enorme torreón doble de roca, rodeadas de arenas cada vez más amenazantes, las tres reses comparten rebaño con otras esculpidas en otro risco vecino y se vienen a sumar a la gran cabaña vacuna que brota por innumerables piedras del Tassili esperando que regresen los pastores que antaño las guiaron entre hierbas ya inexistentes.

De regreso a Djanet, tras una semana extraviado entre arenas y pinturas imposibles, un lienzo de espejismos plateados en el horizonte me condujo hasta Terghargert donde las tres vacas lloran sin consuelo sin saber a ciencia cierta por qué. Tal vez gota a gota, lágrima a lágrima, consigan resucitar las aguas del río que el mito y la historia secaron.

(Tassili, diciembre de 2012)




 
(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó