Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

lunes, 29 de noviembre de 2010

ALTOS VUELOS




No tengo alas y quiero volar.

No tengo alas y puedo volar.

A veces tengo alas, enormes, hechas con fibras de sueños y plumas de luz, con telas de amaneceres y migas de estrellas, de algodón helado y polvo lunar.

Tengo alas y puedo volar.



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HIGH FLYING

I have no wings and I want to fly.

I have no wings I can fly.

Sometimes I have wings, huge, made in dream fibers and feathers of light,  fabrics of sunrises and star crumbs, cotton floss and lunar dust.

I have wings I can fly.



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

GEOMETRIA PERSONAL



El camino se desmorona, pierde el norte y se hace cuesta, pared, frontera, donde el trayecto deja de tener sentido. Un paso no se sitúa al lado del otro, sino más arriba, siempre un poco por encima, donde parece que el pie nunca va a poder llegar y cuando apenas lo hace, comprueba que el siguiente paso ya se ha fugado dejando tan sólo un rastro ausente de nieve o barro o roca vacía. Escalera continua de peldaños oblicuos y diagonales que avanza y se retuerce en rellanos y pasamanos invisibles. Lecciones de geometría inverosímil.

El mundo es entonces horizonte elevado, esquinas y rincones alzados sobre la línea que buscan huir entre arcos, es suelo que se aleja relajadamente y cielo que no quiere serlo, noche que se quiebra en día bajo estrellas en la frente, arena dura o gotas afiladas en las yemas de los dedos, que crece como un gigante a  la espalda abarcando kilómetros de aire y sueño, robando la vigilia rota por truenos empapados y golpes armados de viento.

Cuando alcanzo el horizonte, la vertical se derrumba en alas de pájaros y campos de nubes, la línea se vuelve círculo que lo rodea todo, el diámetro es imposible y el centro de la esfera es infinito y lleva mi nombre.


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PERSONAL GEOMETRY 

The path falls apart, loses the north and becomes slope, wall, border, where the route becomes meaningless. One step is not placed beside the other but higher, always slightly above where it seems that the foot will never reach and when just does, it sees that the next step has already escaped, leaving only an absent trace of snow, mud or empty rock. Continuous staircase of oblique and diagonal steps that moves forward and twists in invisible landings and handrails. Unlikely geometry lessons.

Then the world is high horizon, edges and corners raised over the line looking to escape between arcs, is soil moving away relaxed and sky not wanting to be, night breaking into day under stars on the forehead, hard sand or sharp drops on the fingertips, growing as a giant at the back covering miles of air and sleep, stealing the wakefulness broken by soaked thunders and wind blows.

When I reach the horizon, the vertical line collapses on bird wings and cloud fields, the line becomes circle surrounding  everyhting, the diameter is impossible and the center of the sphere is infinite and
bears my name.




(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

martes, 23 de noviembre de 2010

EL BESO (EAST SIDE GALLERY, BERLIN)



El  paseo junto a la ribera del Spree flanqueando la East Side Gallery se convirtió en un recorrido guarecido bajo el paraguas de los cubos de agua turbia que arrojaban las nubes de ceniza del cierlo berlinés. El aguacero duró lo que duró el muro. Es decir, lo que queda del muro, porque el resto ya cayó hace unos años a golpes de martillo y libertad. Un kilómetro largo de colores y pinceladas para recordar el antes y el después.

De todos murales que decoraban la pared, en esos días en proceso de restauración muchos de ellos para que no se pierdan en polvo y pedazos de yeso, mi favorito es el del beso. No es raro verlo estampado en cualquier lugar de la capital alemana como un souvenir más para los turistas fetichistas, con variantes de lo más atrevidas, pero la plasmación a todo color en el Muro de la imagen icono del período más oscuro de la RDA es sin duda impactante. Como lo fue el besazo en toda la boca que le plantó el mandamás de la extinta URSS, Leónidas Breznev, las mejores cejas desde el Báltico hasta Kamchatka,  al vetusto dirigente de la otra Alemania, Erich Honecker, en 1979 con ocasión del trigésimo aniversario de la fundación de la república, sin saber que diez años después comenzaría el derrumbamiento de la muralla divisoria y de la vieja Europa.

Sin duda fue un beso de amor.

(Vi el muro el mismo frío octubre de 2009) 






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THE KISS  (EAST SIDE GALLERY, BERLIN) 

The walk along the Spree banks flanking the East Side Gallery became a tour sheltered under the umbrella from the muddy water buckets thrown by the ashen clouds in the Berliner sky. The downpour lasted as the wall did. That is, what remains of the wall, because the rest fell a few years ago by hammer and freedom blows. Over a mile of colors and brush strokes to remember the before and after.

Of all murals that decorated the wall, in those days many being restored not to be lost in dust and plaster pieces, my favorite is the kiss. You can often see it printed anywhere in the German capital as a souvenir for fetishist tourists, in the most daring variants, yet the full color painting on the wall of the darkest period of the GDR's iconic image is certainly stunning. As was the big kiss that the boss of the former USSR, Leonid Brezhnev, the best eyebrows from the Baltic sea to Kamchatka, kissed on the mouth of the old leader of the other Germany, Erich Honecker, in 1979 at the time of the thirtieth anniversary of the republic's foundation, not knowing that ten years later would start the collapse of  the dividing wall and the old Europe.

No doubt it was a kiss of love.

(I saw the wall the same cold October 2009)



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

jueves, 18 de noviembre de 2010

ICH BIN EIN BERLINER BÄR! (BERLIN)



Una de las muchas cosas que se pueden hacer en Berlín, además de beber cerveza, comer salchichas y ver la hermosa Puerta de Ishtar en el Pergamon, es contar osos.

Están por todos lados, de todos los colores, formas y tamaños, del derecho, del revés, por parejas, en solitario, a cuatro patas, a dos, desnudos, vestidos, hembras, machos,  peludos, amorosos, de peluche, hasta comestibles.

Otro buen lugar para seguir haciendo el oso.

(Osos atisbados un gélido y lluvioso mes de octubre de 2009) 

  






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ICH BIN EIN BERLINER BÄR  (BERLIN)

One of the many things you can do in Berlin, besides drinking beer, eating sausages and watching the beautiful Ishtar Gate in the Pergamon museum, is counting bears.

They are everywhere, in all colors, shapes and sizes, right side up, upside down, in pairs, alone, on all fours, on two, naked, clothed, female, male, furry, cute, teddy, even edible .

Another good place to keep on acting the bear.

(Bears glimpsed a cold and rainy October 2009)



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

CUATRO ELEVADORES (LISBOA)

 
Uno de los elevadores lisboetas

Una de las muchas cosas que me gustan de Lisboa es subirme en sus viejos tranvías amarillos que chirrían por las cuestas empedradas colgados de una maraña de cables. Cuanto más viejos mejor. Y todavía más me gusta subirme en los elevadores que aún siguen en activo en la capital, más para alivio de los locales que para uso de los turistas, salvando los grandes desniveles que separan los barrios altos de los bajos.

Dejando aparte el elevador de Santa Justa, con su estilizados hierros parisinos que Eiffel alzó a la orilla del Tajo y que constituye uno de los reclamos turísticos de la ciudad, hay que buscar para encontrar los otros tres elevadores que, como tranvías dislocados y algo torcidos, circulan por los raíles y los callejones lisboetas. Alguno más solicitado pero otros casi olvidados en la cabecera de línea, esperando a que algún parroquiano o un turista romántico se siente en los bancos de madera obligando al conductor a salir de su letargo y su bufanda para accionar la palanca. En apenas unos minutos se llega al destino en la cumbre de la rampa donde el elevador amarillo espera el turno de bajada hasta su lugar de reposo y de nuevo vuelta a empezar.

Me gustan los viejos elevadores de Lisboa  casi tanto como el bacalao a bras que me comí en un patio de Alfama un día de lluvia intensa.

(Lisboa, enero de 2009)

Otro elevador

El tercer elevador

Elevador de Santa Justa



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FOUR ELEVATORS (LISBON)

One of the many things I like about Lisbon is getting on his old yellow trams that screech through the cobbled slopes suspended in a tangle of cables. The older the better. And I even more like to get on the elevators that still are on active service in the capital, more for local people's relief than for tourists' use, covering the steep slopes that divide high-town from low-town.

Apart from the Santa Justa elevator, with its stylized Parisian irons raised by Eiffel on Tagus banks and that is one of the city's tourist attractions, you must search to find the other three elevators, as dislocated and somewhat twisted trams, running through Lisbon's rails and alleyways. One most requested but others almost forgotten in the end line, waiting for a customer or a romantic tourist to sit on the wooden benches forcing the driver to get out of his slumber and his scarf to operate the lever. In just a few minutes you reach the destination at the top of the slope where the yellow elevator waits for going down to its resting place and to start once again.

I like Lisbon's old elevators nearly as much as a 'bacalao a bras' I ate in an Alfama's courtyard a day of heavy rain.

(Lisbon, January 2009)




(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó