Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

jueves, 26 de mayo de 2011

CORAZÓN SANGRANTE (MONTAÑAS SIMIEN, ETIOPÍA)



Corazón sangrante
Melena de león
Fauces de leopardo

Los papiones gelada, especie endémica de las Montañas Simien, nos rodean con su carga de pulgas y sueños vagos. Al borde del abismo ocre, la manada de machos leonados, hembras escandalosas y crías asustadizas se demora antes de abalanzarse por el precipicio saltando de rama en rama. Se despiojan, atrapan pulgas, arrancan hierbas a puñados, gritan como endemoniados, copulan compulsivamente, se pelean, muestran los colmillos, me miran de soslayo con sus ojos color miel, como si no estuviera allí o apenas fuera una sombra. Yo soy la sombra ajena.

El triángulo invertido de su pecho imberbe asemeja un corazón atravesado en procesión. Los machos ondean al viento su melena dorada magnífica que les otorga talla de león de la sabana. Los gelada reinan en las alturas etíopes donde vuelan los cuervos, los milanos y los quebrantahuesos.

Fauces de leopardo
Melena de león
Corazón sangrante

 (Theropitecus gelada)

(Montañas Simien, abril de 2011)






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BLEEDING HEART  (SIMIEN MOUNTAINS, ETHIOPIA)

Bleeding heart

Lion's mane

Leopard's maw 

Gelada baboons, an endemic species to the Simien Mountains, surround us laden with fleas and vague dreams. At the ocher abyss's edge, the herd of leonine males, noisy females and skittish youngs hangs around before rushing down the cliff jumping from branch to branch. Delousing, catching fleas, pulling weeds in handfuls, screaming like possessed, compulsively mating, fighting, showing their fangs, looking at me sideways with their hazel eyes, as I was not there or was just a shadow. I am the strange shadow. 

The inverted triangle on their hairless chest resembles a pierced heart in procession. Males flutter in the wind their superb golden mane that gives them savannah lion's size. Gelada baboons reign on Ethiopian heights where ravens, kites and lammergeiers fly. 

Leopard's maw 

Lion's mane 

Bleeding heart


(Simien Mountains, April 2011)


(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

NIEVE ETÍOPE: RAS DASHEN 4530m (MONTAÑAS SIMIEN, ETIOPÍA)



Pisar la nieve africana es como pisar la Luna. Algo insólito y extraño, como de otro planeta.

Asir con las manos la nieve etíope es como amaestrar mariposas, domar copos, un sueño de primavera  bajo la sombra de las acacias.

Abrazar la cima del Ras Dashen pintada de blanco merece una entrada en mi libreta de viaje.

La temporada seca de abril se ha transmutado en época de lluvias de verano. La noche se convierte en patas de miles de pájaros picoteando la lona de la tienda y la mañana llega con telas de agua y nubes grises. Las sendas se hinchan de tierra mojada y las pistas braman barro que atenaza los pies y no los suelta. Caminar por ellas es como bailar con raquetas.
 
Las nieblas amortajan las colinas verde limón de las Montañas Simien ocultando el valle del río Mesheha muy abajo. Por arriba, la línea de 4000 metros se deshace en manchas de azúcar donde la lluvia se vuelve sólida. Al llegar al plateau cimero del macizo Etiopía se transforma y deja de serlo. La nieve convierte el trópico en postal alpina de mantos blancos y espesas brumas donde, como fantasmas, siluetas fuera de lugar surgen de improviso recordándome la latitud en la que estoy. El cañón del fusil de un scout arropado en su manta, el perfil verde y afilado de las lobelias gigantes.


Una trepada de manos y pies nevados me deja en la cumbre más elevada de Etiopía y en la lista de las más altas del continente: 4530 metros, aunque ningún mapa se pone de acuerdo, sobre un precipicio de nubes turbias y poco más. Haile me dice desde su sonrisa de dientes blancos que de las 50 veces que ha subido a esa montaña es la primera que lo hace con nieve. Una auténtica rareza. 

(Montañas Simien, abril de 2011)






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ETHIOPIAN SNOW: RAS DASHEN  (SIMIEN MOUNTAINS, ETHIOPIA) 

Stepping on African snow is like stepping on the moon. Something odd and weird, unearthly.
 
Grabbing the Ethiopian snow with your hands is like training butterflies, taming snowflakes, a springtime dream under the acacias' shade.

 
Embracing Ras Dashen's white-painted summit deserves an entry in my travel notebook.

April dry season has been transmuted into summer rainy time. Night turns into legs of thousands of birds pecking the tent canvas and morning comes with water cloths and grey clouds. The paths swell up with wet earth and tracks roar mud that grips your feet and not loose. Walking through them is like dancing with snowshoes.

Mists shroud the green lemon hills of Simien Mountains hiding the Mesheha river valley far below. Above, the 4000 meters line melts in sugar patches where rain becomes solid. On reaching the massif's summit plateau, Ethiopia is transformed and no longer is. The snow turns the tropics into an alpine postcard of white mantles and dense hazes where, like ghosts, out of place silhouettes suddenly emerge reminding me the latitude where I am. The rifle's barrel of a scout wrapped in his blanket, the giant lobelia's
green and sharp profile.

A snowy hands and feet climb places me on the highest mountain in Ethiopia and one of the highest peaks in Africa: 4530 meters, but no map comes to an agreement, above a murky clouds abyss and little else. Haile tells me from his white-toothed smile that, about 50 times he has climbed that mountain, is the first time to do it on snow. A real oddity.

(Simien Mountains, April 2011)




(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó