Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

viernes, 31 de mayo de 2013

CABALLOS EN EL DESIERTO (NAMIBIA)



Cerca de la localidad de Aus, dejando atrás los farallones de granito anaranjado, una manada de caballos pasta las míseras hierbas que crecen entre las arenas del desierto en los llanos de Garub. Entre el cielo abierto y las inabarcables extensiones del Namib los perfiles equinos recortados contra el sol configuran una estampa digna del mejor y del peor western.

Caballos, yeguas y potros se acercan a la carretera desde los páramos resecos buscando sin duda algún que otro regalo de los turistas que paran sus vehículos camino de Lüderitz. Y es que los caballos son una auténtica atracción, lo que puede estar en la misma base de su subsistencia. Los caballos de Aus son salvajes a pesar de la docilidad y espíritu gregario que parecen demostrar. Son una rareza entre los kilómetros interminables del desierto namibio que se confunde con el misterio de su origen y sus propias peculiaridades. 

Una manada de caballos salvajes en medio del desierto que no se sabe muy bien de dónde procede y cómo ha conseguido adaptarse a la duras condiciones ambientales. Porque lo cierto es que los caballos no estaban ahí desde mucho antes del comienzo del siglo XX y en tan breve espacio de tiempo han conseguido alterar algunas de su característica morfológicas con más rapidez de lo que se supondría en un proceso evolutivo normal.


Su origen no está nada claro. Varias teorías se manejan al respecto, todas igual de fascinantes. Hay quien dice que provienen de los caballos que la Schutztruppe, el ejército colonial que el imperio alemán mantuvo en Africa Sudoccidental, y que quedaron abandonados tras la retirada de sus colonias africanas. Otros que llegaron a las tierras australes gracias al naufragio de un barco que transportaba caballerías de Europa a Australia apeándose a mitad de trayecto. Finalmente está quien atribuye su origen a los caballos que poseía en estas latitudes el barón Hans-Heinrich von Wolf, propietario del castillo de Duwisib, un personaje digno de una novela y que acabó sus días en el frente del Somme dejando sus posesiones sin amo. Sea como fuere, la colonia de caballos se volvió salvaje y de momentro trota y galopa a sus anchas por las secas llanuras amarillas del Namib capeando el temporal como puede. Sobreviviendo que no es poco.

(Garub, Namib, agosto de 2011)


(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

miércoles, 8 de mayo de 2013

ESCENAS DE CAZA (MALDIVAS)



Los escualos negros asoman sobre la superficie turquesa de la playa. Cortan el agua como una cuchilla afilada sin llegar a sumergirse. La mancha oscura que construye el banco de peces se encoge, se divide, se transforma como un ser vivo autónomo que late sobre el fondo arenoso. El atávico ritual de la caza está en marcha. Los tiburones acosan en una danza perfectamente ensayada a los inermes peces que deambulan por el agua sin escapatoria posible. Hora de merendar.

La escena podría tener lugar en alta mar donde los enormes tiburones acechan a las inmensas bolas de peces hasta diezmarlas sin compasión en un violento frenesí. Pero en esta ocasión la naturaleza nos ofrece un espectáculo en miniatura. En el mismo borde de una paradisíaca playa de las Maldivas, las pequeñas crías de tiburón de arrecife de puntas negras (Carcharhinus melanopterus) aprenden a cazar con un reducido banco de infelices pececillos. Los diminutos escualos, perfectamente formados a pesar de su tamaño, ensayan las tácticas de acoso y derribo que a no mucho tardar tendrán que desarrollar en el escenario real. Pronto llegará su momento.

(Vilamendhoo, marzo de 2013)




(c) Copyright del texto:  Joaquín Moncó
(c) Copyright de las fotos: Olatz Mendiguren