"El Tesoro, o Al-Khazna en árabe, es el monumento más espectacular esculpido por los Nabateos. Se alza hasta una imponente altura de 39.5 metros y está impresionantemente tallada en un único bloque. El nombre del monumento deriva de una leyenda beduina según la cual un faraón escondió un tesoro en la urna de la cima, y pueden verse los agujeros de bala de los disparos a la urna al intentar recuperar este tesoro.
En realidad es un mausoleo y habría sido usado con propósitos funerarios; muchos arqueólogos creen que se trata del mausoleo del rey Aretas IV (9 a.C.-40 d.C.). Los Nabateos decoraban las fachadas de sus tumbas con diseños funerarios y símbolos relacionados con la otra vida y la muerte.
La fachada del Tesoro revela una influencia helenística, con seis capiteles corintios coronados por un friso de grifos alados y jarrones entre volutas. En el centro de la fachada se encuentra la diosa Isis y está rodeada por Amazonas danzando (mujeres guerreras) con hachas sobre sus cabezas. Al final de los escalones según se entra en la cámara hay agujeros circulares en el suelo que probablemente se usaron para sacrificios.
Los sacerdotes entrarían en la cámara y dirigirían los rituales. En 2004 se descubrieron tres tumbas Nabateas debajo de Al-Khazna que datan del final del siglo primero a.C. y han sido identificadas como tumbas reales."
(Texto traducido directamente del que se encuentra en el cartel informativo del Parque Arqueológico de Petra).
En Petra, a pesar de lo que parezca, no sólo exite el Tesoro. Hay muchas otras tumbas, mausoleos y templos levantados por los Nabateos y los Romanos que dan para varios días de caminatas y asombros por los vericuetos de la ciudad rosa. Pero, sin duda, la gran fachada del Tesoro es el icono más reconocido del complejo arqueológico y que el cine y otros medios se han encargado de popularizar. Y como sucede con otros monumentos del hombre o de la naturaleza, la realidad siempre supera a la ficción. El descubrimiento del Tesoro no puede ser más teatral tras salir de la estrechez oscura del desfiladero del Siq y toparse con sus líneas clásicas de roca rosada pero con un aire exótico y ajeno que no deja de maravillar. Es la entrada a la máquina del tiempo. Aunque un paseo vertiginoso por las alturas solitarias de los riscos me permitió contemplarlo a vista de pájaro en toda su grandiosidad.
(Petra, abril de 2012)
(c) Copyright del texto: Joaquín Moncó
(c) Copyright de las fotos: Joaquín Moncó y Olatz Mendiguren
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