Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

jueves, 6 de febrero de 2014

HACIA EL CIELO (SOSSUSVLEI, NAMIBIA)



Una escalera de arena, una rampa de semillas de oro que se van desmoronando a cada paso. Es fácil seguir la huella pues sólo hay un lugar donde posar el pie. Cada vez un poco más cerca del cielo y más lejos de infierno. El calor aprieta en la sartén namibia a cada minuto y en Deadvlei los árboles secos ya deben de estar ardiendo. A nuestros pies las charcas efímeras de Sossusvlei brillan al sol africano reflejando las formas onduladas de las dunas. La línea sinuosa que perfila el horizonte de la duna invita a recorrerla. Millones incontables de granos de arena se amontonan a refugio del viento hasta erigir en el desierto gigantescas montañas rojas que se encadenan hasta formar un laberinto de cuerdas invisibles. Una cumbre de aire a punto de deshacerse con un soplo.

Paso a paso Olatz y yo continuamos nuestra marcha hasta la cumbre donde no nos espera nada más que el otro lado. Y unas vistas magníficas del desierto namibio.

La foto pertenece a la mano maestra de Miguel Ángel Sánchez.

(Desierto del Namib, agosto de 2011)


(c) Copyright del texto: Joaquín Moncó

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