Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

viernes, 23 de diciembre de 2011

TEJEDORES MUY SOCIABLES (ZAMBIA, SUDÁFRICA Y NAMIBIA)



Los pájaros tejedores construyen sus nidos por África en cualquier árbol, o similar, y a la menor ocasión. Recuerdo los nidos colgando de las ramas como manzanas doradas de las Hespérides al sol poniente y colorado de Zambia. Los tejedores de allí eran más independientes, amueblando su propio apartamento unifamiliar con mucho esmero pero sin derribar tabiques que puedan invitar a los vecinos a inmiscuirse en su vida privada. Cada mochuelo en su olivo, juntos pero no revueltos. Los nidos esféricos pendían como bolas de navidad de árboles sobrecargados de adornos amontonándose en la misma rama como chalets adosados en una urbanización, como pisos encajados en un rascacielos.


 El Social Weaver (Philateirus socius), en cambio, extiende su propia manera de edificar y urbanizar sus viviendas por los países del sur del continente. En lugar de tejer un nido para cada uno, el sociable pajarito del Africa austral prefiere levantar monstruosos edificios de hierba y paja que se encaraman a los árboles formando gigantescas estructuras amarillas que pueden llegar a pesar muchos kilos. Llego a compadecer al árbol que tiene que soportar semejante carga o los postes que se ven obligados a lucir tan asombroso peinado. La sociabilidad de estas aves les conduce a compartir alojamientos con numerosas familias y a ir acumulando más y más inquilinos a la chabola hasta que la obra se les va de las manos (o de las alas) y el resultado es un titánico nido de abrumadoras dimensiones acribillado de agujeros en su parte inferior donde los tejedores ubican las puertas de sus casas.

Los kilómetros transcurren junto a la fina línea de asfalto mientras a ambos lados, y aparentemente sin fin, los nidos coronan los postes de la luz como signos de admiración permanente.

(Zambia, agosto de 2008. Sudáfrica y Namibia, agosto de 2011)






(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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