Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

jueves, 1 de diciembre de 2011

ARENA EN LOS RINCONES (KOLMANSKOP, NAMIBIA)



La arena habita imprecisa entre las paredes. Se pasea indolente por los corredores dejando huellas de pisadas, asciende por las escaleras, se demora en los rellanos, invade las habitaciones. La arena va creciendo lentamente cubriendo las manchas de los muros, el estuco maquillado de pálidos colores, los retales de papel pintado en los rincones, hasta que un día, sin pretenderlo alcanza el techo y ya no hay habitación ni arena, sólo desierto. Como todo el desierto inabarcable que rodea la ciudad fantasma y que desde que fue abandonada no ha dejado de colarse sin invitación en cada una de sus casas convirtiéndose en huésped permanente, reconquistando inexorablemente el terreno que siempre fue suyo. 

Ya no quedan diamantes en Kolmanskop, sólo arena en las puertas y rincones.

(Kolmanskop, agosto de 2011)







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SAND IN THE CORNERS  (KOLMANSKOP, NAMIBIA)

The sand dwells imprecisely between the walls. It wanders indolent through the corridors leaving footprints, climbs the stairs, delays on the landings, invades the rooms. The sand is growing slowly covering the stains on the walls, stucco makeup of pale colors, wallpaper scraps in the corners, until one day, unwittingly, reaches the ceiling and there is no room nor sand, just desert. Like all the boundless desert surrounding the ghost town and, since abandoned, it has continued to sneak uninvited into every house becoming permanent guest, regaining inexorably the ground that always was of its own.

Diamonds are no longer at Kolmanskop, just sand under the doors and in the corners.

(Kolmanskop, August 2011)



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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