Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

jueves, 7 de agosto de 2014

TRES BUDAS (POLONNARUWA, SRI LANKA)



En Polonnaruwa, capital real entre los siglos XI y XIII, el fuego brota de la tierra y cae del cielo. El suelo abrasador desuella mis pies descalzos mientras camino por la arena como si fueran brasas. El aire arde entre los frangipanis calcinando las dagobas que elevan su punta de lanza  al sol. Los lotos se marchitan y los langures languidecen bajo el bochorno.

Los tres budas de Gal Vihara sosiegan mi ánimo y refrescan mi piel. La paz que transmiten sus rostros y sus posturas consuela mi cuerpo vapuleado como un baño en el vecino lago Parakrana.

Un buda sentado en el círculo de la meditación.

Un buda de pie embargado por la iluminación.

Un  buda tumbado en las aguas del nirvana.

(El cuarto buda, ajeno en su cueva de sombra, duerme profundamente)

(Polonnaruwa, abril de 2014)





 (c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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