Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

miércoles, 18 de agosto de 2010

TRUENOS DE AGUA (ZAMBIA)


Cataratas Lumangwe a punto de precipitarse

En Zambia, además de las archifamosas Cataratas Victoria, que se derraman por una brecha abierta en el río Zambeze entre este país y Zimbabwe, existen otros saltos de agua, no tan famosos, quizás no tan caudalosos y espectaculares, pero mucho menos transitados e igualmente impactantes. Pero hay que buscarlos.

En lugar de viajar al sur a contemplar Mosi-oa-Tunya, el humo que truena, en lengua vernácula, el camino me dirigió hacia el norte de Lusaka donde el país se retuerce bajo el empujón de un brazo de la República Democrática del Congo y se acerca a las aguas del gigantesco lago Tanganika. Allí, en el último rincón de esa tierra, el río Kalungwishi, que sestea plácidamente en su recorrido, encuentra un escalón de 30 ó 40 metros que debe salvar precipitándose desde las alturas en una cortina de lluvia espesa que inunda los bosques de sus riberas. El fragor que mana de tal nube no tiene que envidiar al de su pariente mayor al sur de Zambia como tampoco el espectáculo sublime que me ofreció el agua al despeñarse con violencia. Las cataratas Lumangwe se quedan a mitad de camino en altura de las Victoria pero a cambio me brindaron el silencio de su trueno y la inapreciable compañía de la soledad. El baño en sus aguas alborotadas justo a pie de cascada me sumergió en un encantamiento ancestral del que me costó evadirme.

Las Lumangwe desde la ribera

Baño a pie de cascada

A tan sólo 6 kilómetros río abajo, la corriente vuelve a encontrar obstáculos en su sendero y se quiebra de nuevo. Una caminata por el bosque caliente me condujo a un circo húmedo donde el arcoiris se dibujaba en cada rincón sostenido por miles de gotas. Las cataratas Kabwelume no son tan altas ni estruendosas como sus hermanas río arriba, pero dibujan un semicírculo de aguas vaporosas que me dejaron pasmado. En 180 º no hay más que torrentes lanzándose al vacío en escaleras gigantescas que seccionan la corriente en varias alturas. Unos segundos hipnotizado ante el hechizo bastaron para empaparme de pies a cabeza tan sólo con la niebla pulverizada que cuelga del aire.

El arcoiris surge ante las Kabwelume

Cataratas Kabwelume

Más al norte, al otro lado del Tanganika, donde Zambia tiende a convertirse en Kenya y flirtea con Malawi, las Kalambo Falls marcan otro hito en este viaje pasado por agua. Al menos en el verano que yo la visité, la cascada es tan sólo un pequeño río que se arroja al vacío en un estrecho surtidor, nada más lejos de la monstruosidad de otras cataratas zambianas, pero en cambio, el salto que debe salvar es colosal. 221 metros de caída libre hasta las rocas del fondo que la convierten en el segundo salto de agua más alto de toda África, sólo superado por las Tugela en Sudáfrica. Y nada menos que el doble de altas que las Victoria.

A veces el sueño de Zambia se convierte sólo en agua. 

(Zambia, agosto de 2008)

Salto de 221 metros de las Kalambo



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WATER THUNDERS  (ZAMBIA)

In Zambia, besides the very famous Victoria Falls which pour through a crack in the Zambezi river between this country and Zimbabwe, there are other waterfalls, not so famous, maybe not so voluminous and spectacular, but far less traveled and equally shocking. But you have to find them.

Instead of traveling south to see Mosi-oa-Tunya, the smoke that thunders, in the local speech, I headed north of Lusaka where the country writhes under the thrust of an arm of the Democratic Republic of Congo and comes close to the waters of the huge Lake Tanganyika. There, in the last corner of that land, Kalungwishi river, that dozes peacefully on its way, finds a 30 or 40 meters step to overcome plunging from the heights in a thick curtain of rain that floods the woods at its banks. The roar that flows from such a cloud has no reason to envy the one from its larger relative in southern Zambia nor the sublime spectacle that water showed me falling violently. Lumangwe Falls are half as high as Victoria Falls but in return gave me the silence of his thunder and invaluable company of solitude. Bathing in its agitated waters just below made me sink in a primitive spell which I hardly escaped.
 


Only 6 kilometers downstream, the flow finds again obstacles in their way and breaks again. A walk through the hot forest  led me to a humid cirque where rainbow was outlined in each corner held by thousands of drops. Kabwelume Falls are not as high or loud as its sisters upstream, but draw a semicircle of vaporous waters that amazed me. All around there is only torrents rushing into the void through gigantic stairs that section the stream at different levels. Just a few seconds hypnotized by the spell were enough to soak from head to toe in the spray mist hanging in the air.

Further north, across Lake Tanganyika, where Zambia tries to become Kenya and flirts with Malawi, Kalambo Falls put another milestone in this trip through water. At least in the summer I visited, the waterfall is only a small river that leaps into the void in a narrow jet, far from other awesome waterfalls in Zambia, but instead, the fall to overcome is colossal . Free fall 221 meters to the rocks at the bottom making it the second highest waterfall in all of Africa, surpassed only by Tugela Falls in South Africa. And no less than twice higher than Victoria Falls. 

Sometimes the dream of Zambia becomes just water.
  
(Zambia, August 2008)
 

(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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