Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

jueves, 5 de agosto de 2010

POSTALES ALPINAS (V): MÖNCH (4107 m)


Llegué al macizo del Oberland Bernés por la puerta habitual de entrada, vía Interlaken hasta aparcar en el pueblo de Grindelwald. Nada más alzar la cabeza me di de bruces con el coloso imponente que domina el panorama y la leyenda: Eigernordwand, la mítica cara norte del Eiger. Que junto con las nortes del Mönch y la Jungfrau formas una trilogía impactante de personajes: el Ogro, el Monje y la Dama.

Para acceder al macizo, a diferencia del Valais suizo acribillado de teleféricos, el tren turístico abarrotado de alpinistas y turistas espera en la estación para partir rumbo al corazón de la montaña. Difícil describir la sensación de atravesar las entrañas del Eiger a bordo de esa máquina y de asomarse a los ventanales que se abren sobre la mítica pared escenario de tantas tragedias. El tren sigue su ruta de hierro por las tripas del macizo hasta desembocar a los pies de la Jungfrau justo debajo del observatorio astronómico de la Esfinge.  Desde allí ya pude contemplar la mayoría de las cimas del macizo y los extensos y gigantescos glaciares estriados que corren cuesta abajo hasta confluir en Konkordia mucho más abajo. La sensación era de unas montañas mucho menos domadas y deformadas que las vecinas del Valais.

El refugio del Mönch se encuentra a tiro de piedra del túnel por lo que en el mismo día pude dejar los trastos allí y subir ligero por la arista este hasta la cumbre del Monje. Un trayecto mixto de roca y nieve que se afila espectacularmente en el tramo final hasta el vértice como caminando sobre el alambre. Una hermosa montaña a la sombra del Ogro, más bajo pero más feroz.

En la cumbre del Mönch

Tras hacer noche en el refugio del Mönchjochshütte, el plan era ascender a la tercera en discordia, la brillante Jungfrau, pero está claro que ese día la señora no iba a dejar subir tan fácilmente por sus faldas. Día encapotado y neblinoso que nos hizo casi perder el camino agrietado del glaciar hasta sus pies, viento y furia en las ascensión por roca y nieve  hasta el Rottalsattel y la expuesta travesía que llevan a las rampas finales. Allí, la ventisca arreciaba con violencia y no parecía esconder nada bueno. Así las cosas, a pocos metros de la cumbre,  semáforo rojo y marcha atrás. Con cuidado. La lluvia incluso atacó en el descenso en pleno rapel en las rocas como despedida hasta el refugio.

No fue una semana de buen tiempo precisamente sobre el Oberland Bernés. Pero aún quedaban días para seguir descubriendo el macizo. Siguiente objetivo, Finsteraarhorn, el más alto.

(Oberland Bernés, verano de 2004)

La Jungfrau se niega a quitarse los velos



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

No hay comentarios:

Publicar un comentario