Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

martes, 23 de noviembre de 2010

EL BESO (EAST SIDE GALLERY, BERLIN)



El  paseo junto a la ribera del Spree flanqueando la East Side Gallery se convirtió en un recorrido guarecido bajo el paraguas de los cubos de agua turbia que arrojaban las nubes de ceniza del cierlo berlinés. El aguacero duró lo que duró el muro. Es decir, lo que queda del muro, porque el resto ya cayó hace unos años a golpes de martillo y libertad. Un kilómetro largo de colores y pinceladas para recordar el antes y el después.

De todos murales que decoraban la pared, en esos días en proceso de restauración muchos de ellos para que no se pierdan en polvo y pedazos de yeso, mi favorito es el del beso. No es raro verlo estampado en cualquier lugar de la capital alemana como un souvenir más para los turistas fetichistas, con variantes de lo más atrevidas, pero la plasmación a todo color en el Muro de la imagen icono del período más oscuro de la RDA es sin duda impactante. Como lo fue el besazo en toda la boca que le plantó el mandamás de la extinta URSS, Leónidas Breznev, las mejores cejas desde el Báltico hasta Kamchatka,  al vetusto dirigente de la otra Alemania, Erich Honecker, en 1979 con ocasión del trigésimo aniversario de la fundación de la república, sin saber que diez años después comenzaría el derrumbamiento de la muralla divisoria y de la vieja Europa.

Sin duda fue un beso de amor.

(Vi el muro el mismo frío octubre de 2009) 






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THE KISS  (EAST SIDE GALLERY, BERLIN) 

The walk along the Spree banks flanking the East Side Gallery became a tour sheltered under the umbrella from the muddy water buckets thrown by the ashen clouds in the Berliner sky. The downpour lasted as the wall did. That is, what remains of the wall, because the rest fell a few years ago by hammer and freedom blows. Over a mile of colors and brush strokes to remember the before and after.

Of all murals that decorated the wall, in those days many being restored not to be lost in dust and plaster pieces, my favorite is the kiss. You can often see it printed anywhere in the German capital as a souvenir for fetishist tourists, in the most daring variants, yet the full color painting on the wall of the darkest period of the GDR's iconic image is certainly stunning. As was the big kiss that the boss of the former USSR, Leonid Brezhnev, the best eyebrows from the Baltic sea to Kamchatka, kissed on the mouth of the old leader of the other Germany, Erich Honecker, in 1979 at the time of the thirtieth anniversary of the republic's foundation, not knowing that ten years later would start the collapse of  the dividing wall and the old Europe.

No doubt it was a kiss of love.

(I saw the wall the same cold October 2009)



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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