Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

viernes, 3 de junio de 2011

EN LA TELARAÑA: CORREDOR JORDI SOLÉ AL PICO RUSSELL



fino hilo azul que se quiebra
el invierno se deshace en primavera
la sombra se convierte en luz
la noche sideral en vigilia
tres por uno en la fisura
de uno en uno por la grieta
a caballo de la piedra y el hielo
estrecho camino al sol
clavos en el agua dura
piedras frías en la tripa
la cuerda que rasga el alba
los pies que arañan la tierra
roca seca descompuesta
lluvia negra de montaña
con los pies y con las manos
por la vieja telaraña
remontando el espinazo
asaltando la muralla
entre bombas y explosiones
hasta el final de la línea
que se quiebra en un instante
al borde invisible de la niebla
donde termina la materia
y el vacío se avalanza en oleadas
huellas blancas sin respuesta
buscando el regreso a casa
por paredes de sal y  azúcar
que se rompen en estrellas
entre nubes y saliva
el aire se torna suelo
donde comienza la vuelta

(Pico Russell, Pirineos, 28 de mayo de 2011)





(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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