Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

martes, 17 de agosto de 2010

REUNIÓN EN LA CUMBRE: CARA NORTE DEL ASPE

La Norte del Aspe es una de esas clásicas alpinas cuya muesca no debe faltar en el mango del piolet de cualquier pireneista que se precie. Dificultad moderada y fácil acceso desde Candanchú, la hacen inevitable. Aunque tuve que esperar hasta abril de 2010 con motivo de una de las reuniones de habituales del Madteam, el XV Madstage, para poder probar de una vez semejante bocado de nata. Con unos cuantos amigos recién conocidos pude compartir la jornada primaveral.

Cara norte del Aspe

Saliendo a buena hora de madrugada desde Candanchú con los frontales en la cabeza, remontando por las cicatrices horrendas de las pistas de esquí, afortunadamente ya cerradas, se llega al collado de Tortiellas desde donde se tiene una buena panorámica de toda la barrera norte que forma ese cordal, con el Aspe y la Muralla de Borau en primer término. Lástima que las pilonas de los remontes y los estragos de la perversa mano del hombre mancillen el paisaje como es habitual en las afrentas y pecados de las estaciones de esquí en nuestras montañas. Y la maldad sigue creciendo.

Desde allí toca descender hacia la cuenca del ibón de Tortiellas para remontar la pala de acceso que se dirige a la ruta normal de la vertiente norte del Aspe que conduce hasta el collado. Pero para enlazar con el corredor norte que surca la pared por su mismo centro, hay que emprender una travesía por encima de unos farallones rocosos que convierten el asunto en algo delicado en el que hay que mantener el buen tiento. Por fortuna la cantidad de la nieve y lo avanzado de la temporada aseguraban una buena huella que ayudaba a mantener el equilibrio y relajar el ánimo. Ni cuerda ni cacharros hubo que sacar.

En plena faena por las rampas finales

Una vez en la pared norte, los pasos por la verticalidad se suceden uno tras otro alzándonos cada vez más alto por unas pendientes que nunca se vuelven extremas. A mano izquierda comienzan a asomar las cumbres que rodean el ibón de Ip, como la Pala de Ip, el Cotiella o el Punta Escarra. A diestra, asomará el Bisaurín y, ya en la cumbre, el cordal navarro-aragonés que nos lleva hasta la Mesa de los Tres Reyes y el Anie. Por la retaguardia, una buena colección de cumbres pirenaicas entre las que brilla con luz propia el faro del Midi d'Ossau.

A la izquierda asoman las cumbres del circo de Ip

Últimos pasos hasta la cima

Los últimos metros son los más empinados y encajonados para salir a la brecha a la izquierda de la cima en el punto que se une con la hermosa arista del Murciélago. De ahí a la cima apenas unos pasos sobre nieve inconsistente y enseguida el hito semienterrado. El panorama ya abarca los cuatro puntos cardinales mostrando hacia el sur el verde valle de Aísa muchos metros más abajo.

El descenso los hicimos por la ruta normal del collado para enlazar con nuestra huella que me llevó de vuelta a la civilización y el menú de dos platos y postre.

(Aspe, 24 de abril de 2010)

Final de la arista del Murciélago desde la cumbre del Aspe

Salida de la norte con el Midi al fondo


(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

miércoles, 11 de agosto de 2010

LA MONTAÑA MÁS ALTA: MAUNA KEA (4205 msnm)


Desde Hilo, el Mauna Kea alza sus 4205 metros sobre el mar

Ya sabemos que el Everest, o Chomolumgma, es la montaña más alta del planeta, con sus 8848 metros, por lo menos, que algunas mediciones recientes nos han aumentado esa cifra. La talla del gigante himaláyico y la de sus vecinos se mide desde el nivel del mar, por muy lejos que se alce de la costa del Océano Índico, pero hay otras varas de medir.

Lo que no sabe todo el mundo es que hay montañas más altas en la Tierra que podrían destronar al rey de reyes. Así sucede en la isla de Hawai'i, la más grande del antiguo archipiélago de las Sandwich, a la que le brotan volcanes como champiñones en otoño. De los cinco volcanes que se alzan en su interior (más alguno en los alrededores) ya inactivos como el Mauna Kea, Mauna Loa, Hualalai y Kohala o hiperactivos como el Kilauea, hay dos que superan la cifra de 4000 metros de altitud sobre el nivel del mar, el Océano Pacífico en este caso, que no es poco. Pero ahí no quedan sus credenciales, porque ambos, medidos en su totalidad desde donde nacen en el fondo oceánico, y no sólo contabilizando la parte que emerge sobre las aguas en la isla, baten con claridad al Everest y a quien se le ponga por delante.

Camino a la cumbre real del Mauna Kea

El más alto de todos el Mauna Kea, que significa montaña blanca, alcanza los 4205 metros sobre el nivel del mar, los cuales pude contemplarlos en toda su integridad desde las playas de Hilo. Pero el coloso esconde bajo las olas otros más de 6000 metros que le alzan a la espectacular altura de más de 10.000 metros. Apabullante. En invierno las nieves decoran su cima, de ahí el nombre, e incluso se llega a esquiar en ella, por lo que se puede practicar deportes de invierno y tostarse en la playa en el mismo día en pocos kilómetros de distancia. Curiosidades de este archipiélago. 

Puesta de sol desde la cumbre del Mauna Kea

Aunque se puede ascender a pie, como sería lo moralmente correcto, hay una carretera que te eleva casi hasta la cima donde se encuentran los famosos telescopios astronómicos que aprovechan las magníficas condiciones de los cielos hawaiianos para desentrañar los más remotos rincones del universo. Hasta allí llegan la mayoría de turistas algunos de los cuales no pueden evitar sufrir algo de mal de altura. Es el precio de subir en coche desde el nivel del mar a 4000 metros de altura en poco tiempo. Como yo tampoco andaba sobrado del mismo, tiré de carretera y manta y, tras hidratarme a conciencia, me planté en la cima del Mauna Kea haciendo buen uso del motor de explosión. Una vez allí, un sendero por la tierra roja permite alcanzar la verdadera cima del volcán, sagrado para los locales, pero es algo que no todos los que suben en coche se molestan en hacer. Por supuesto yo no pude evitarlo... Las vistas desde la cima son inefables, sobre todo cuando llega la puesta de sol que alcanza colores y tonalidades infernales.

El Mauna Loa al atardecer visto desde la cima del Mauna Kea

Desde allí se puede observar el vecino volcán del Mauna Loa, montaña grande en lengua vernácula, que mide 4170 metros sobre el mar pero que también esconde otros cinco o seismil de reserva bajo las faldas por lo que también derrota al Everest en buena lid. Además, con sus 75.000 kilómetros cúbicos de roca, es la montaña más masiva de todo el globo.

En un vuelo interno entre Hilo y Kona, en el mismo agosto de 2009, pude también contemplar ambos colosos asomar las testas coronadas sobre las nubes.

(Hawaii, agosto de 2009)

El Mauna Loa y el Mauna Kea asoman sobre las nubes



 ********


HIGHEST MOUNTAIN: MAUNA KEA


We know that Mount Everest, or Chomolumgma, is the highest mountain on Earth, 8848 meters high, at least, because recent measurements have increased that figure. The size of the Himalayan giant and its neighbors is measured from sea level, however far it rises from the Indian Ocean coast, but there are other yardsticks.

What not everybody knows is that there are higher mountains on Earth that could dethrone the king of kings. This occurs on Hawai'i island, the largest of the former Sandwich archipelago, on which volcanoes sprout like mushrooms in autumn. Of the five volcanoes that rise inland (plus some around), inactive as the Mauna Kea, Mauna Loa, Hualalai and Kohala or hyperactive as Kilauea, two are actually higher than 4000 meters of altitude above sea​​ level, the Pacific Ocean in this case. What's more, both measured in full from the bottom of the ocean, not just counting the part that emerges above the water on the island, clearly beat Everest and anyone else.
Highest of all the Mauna Kea, which means white mountain, reaches 4205 meters above sea level, which I could watch them in full from Hilo beaches. But beneath the waves teh colossus hides other 6000 meters that rises it up to the dramatic height of over 10,000 meters. Overwhelming. In winter snow decorates its top, hence the name, and people even ski on it, so you can practice winter sports and bask on the beach on the same day within a few miles away. Peculiaritys of this archipelago.

Although you can climb on foot, as would be morally right, there is a road that rises almost to the summit where the famous astronomical telescopes take advantage of the superb features of the Hawaiian skies to unravel the most remote corners of the universe. Up there most tourists come, some of which can not help experiencing some altitude sickness. The price for driving from sea level to 4000 feet high in no time. As I had no much time to spare, I took the road and after having hydrated thoroughly, I got to Mauna Kea summit by using the internal combustion engine. Once there, a path through the red dirt leads to the real summit of the volcano, sacred to the local people, but not all who drive up there take the trouble to do it. Of course I could not help ... The views from the top are indescribable, especially when the sunrise takes hellish colors and shades.
From there you can see the nearby volcano Mauna Loa, big mountain in local speech, which reaches 4170 meters above sea level but hides also five or six thousand meters secretly under its skirts so it also defeats the Everest fair and square. And with its 75,000 cubic kilometers of rock it is the most massive mountain all over the globe.

In a domestic flight between Hilo and Kona in the same August 2009,  I could also see the two giants poke their crowned heads above the clouds.

(Hawaii, August 2009)



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

TIERRA EN MOVIMIENTO (BIG ISLAND, HAWAII)

 
Cráter humeante del Kilauea con el Mauna Loa al fondo

La lava en Hawai'i corre libre a su antojo. Desde el Kilauea brotan los vapores sulfurosos que de vez en cuando obligan a cerrar el camino que rodea el cráter. Por el gran agujero no salta lava, al menos ahora, pero la tierra se resquebraja por las laderas que ruedan al mar y los ríos incandescentes se derraman por las grietas abiertas hasta hundirse en el Océano Pacífico en una explosión imponente.

La orografía y los mapas se modifican según los caprichos de la lava, tapando carreteras y campos, solidificándose en formas grotescas, avanzando en olas de alquitrán que devoran todo a su paso. Un recorrido en bicicleta por los bosques tropicales que surgen en poco tiempo del terreno arrasado me sirvió para tener un contacto de cerca con esa asombrosa naturaleza que se dibuja a sí misma constantemente. Los mapas se quedan anticuados con cada nueva erupción que modela la isla a su capricho retrazando caminos y carreteras.

Pude atravesar el interior de un tubo de lava, lava tube, testigo hueco por donde en su día el río dorado corrió a su anchas. Y saludar al nene, el ganso endémico y particular de esas islas que palmea alegremente sobre la lava endurecida.

Y escuchar las olas batir contra los acantilados de lava horadados y las extrañas playas negras de arena volcánica donde grandes tortugas verdes se dejan ver de vez en cuando.

(Hawaii, agosto de 2009)

Playa de arena negra volcánica en el sur de la isla

Nene, ganso endémico de Hawai'i (Branta sandvicensis)

Carretera cubierta por la lava

Interior del tubo de lava Thurston

Lava solidificada




********


EARTH MOVING  (BIG ISLAND, HAWAII)


Lava flows in Hawai'i freely. From Kilauea sulphurous fumes emerge sometimes forcing to close the road around the crater. From the large hole lava does not spring up, at least now, but the earth cracks by the slopes rolling to the sea and incandecescent rivers overflow over open cracks to sink into the Pacific Ocean in an awesome explosion.

Orography and maps are changed at the whim of the lava, covering roads and fields, solidifying in grotesque forms, moving in tar waves that devour everything in their way. A bicycle tour by the tropical forests that in a short time arise from the ravaged ground enabled me to have a close contact with the amazing nature that draws itself constantly. Maps become outdated with each new eruption modeling the island at will retracing paths and roads.

I was able to cross a lava tube, hollow witness where the golden river once ran freely. And to greet the nene, endemic and particular goose in those islands that happily pats on the hardened lava.

And to hear the waves breaking against the drilled lava cliffs and strange volcanic black sand beaches where large green turtles are seen evey now and then.

(Hawaii, August 2009)




(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

lunes, 9 de agosto de 2010

POSTALES ALPINAS (VI): GROSS GRÜNHORN (4044 m)


El glaciar que baja desde las faldas de la Jungfrau y el Aletschhorn desciende suavemente por una ancha autopista blanca hacia el sur del macizo del Oberland Bernés llevando consigo mis pasos coronados de púas. De vez en cuando una grieta se interpone en mi camino pero no demasiadas ya que la pendiente es moderada y no hay lugar para grandes quebrantos del hielo. Otra cosa son los glaciares que se despeñan a mi alrededor desde las cumbres vecinas. El hielo está rocoso, duro y gris como el acero. El tiempo no está siendo muy favorable pero ese día de bajada hasta Konkordia parece que acompaña.

Atravesando el glaciar por Konkordia

Konkordia. Lugar de hermanamiento de glaciares diversos que unen sus caminos en buena harmonía para discurrir desde entonces dados de la mano fundidos en uno solo de tamaño colosal . Las morrenas laterales de cada uno se convierten en oscuras estrías paralelas como carriles en una autopista antediluviana. Desde la terraza del refugio se desvela el verdedero tamaño del glaciar, inapreciable desde su superficie, donde los hombres se vuelven hormigas y una avioneta  en vuelo bajo se pierde como una mariposa en un dédalo de hielo. Pero para llegar al refugio de Konkordiahütte es preciso ascender una miríada de escalones metálicos interrupidos por varias plataformas que demuestran la triste realidad del retroceso glaciar. Hace años el refugio estaba a pie de hielo. Ahora hay que subir varios centenares de metros por esa escala para llegar a él. Y sigue bajando.

Cruzando una grieta por un puentealgo inestable

La idea de llegar al refugio del Finsteaarhorn para desde allí ascender a la cumbre más alta del Oberland también se vino a pique. La vestisca y la niebla atizaban de madrugada y no era plan de salir del saco.  Además, dada la meteo traicionera, el refugio está casi vacío y podemos gozar de un par de edredones por persona. Pero será por montañas. Rápidamente se cambia de objetivo y a por el Gross Grünhorn que cae cerca. A pesar de que el cielo estaba dudoso e inestable, aguantó en la aproximación agrietada hasta el Grünneghorn, cumbre obligada antes del collado, y nos permitió hincarle el diente a la erizada arista del gran cuerno verde. No demasiado cargada de nieve se pasaba bien en tramos de mixto y trepadas variadas hasta la escueta cima precedida de un divertido paso sobre la cuerda floja. Lástima que las vistas no se extendieran más allá de los picos cercanos.Y para abajo rapidito que las nieblas se ciernen.

Arista y cumbre del Gross Grünhorn

Echados a perder los planes iniciales, resolvimos regresar desde Konkordia glaciar arriba hasta el refugio de Mönch y desde allí atacar los dos Fiescherhörner. Pero ni por esas. De madugada sigue nevando fuera. Cuando para un poco la cosa nos lanzamos desde el collado del Mönch para atravesar el Ewigschneefeld, que, haciendo honor a su nombre, "campo de nieve eterna", aparece tapado por una buena capa de nieve sobre la que discurre la cordada con un ojo sobre las grietas ocultas. Tras remontar los seracs y grietas que se despeñan desde los Fiescherhörner llegamos al punto en el que la rampa se empina y hay que sacar la cuerda para asegurar a largos. Pero la ventisca y la nieva vuelven a arreciar haciendo la llegada a las cumbres inútil. Está claro que no es la semana del Oberland Bernés... De regreso al refugio el cielo se abre y se asoma el sol, pero las nieblas siguen agarradas a las cumbres como banderas deshilachadas. El tiempo justo para alcanzar el tren y bajar por el interior del Eiger hasta Grindelwald.

(Oberland Bernés, verano de 2004)

La ventisca nos echa para abajo en los Fiescherhörner


(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

jueves, 5 de agosto de 2010

POSTALES ALPINAS (V): MÖNCH (4107 m)


Llegué al macizo del Oberland Bernés por la puerta habitual de entrada, vía Interlaken hasta aparcar en el pueblo de Grindelwald. Nada más alzar la cabeza me di de bruces con el coloso imponente que domina el panorama y la leyenda: Eigernordwand, la mítica cara norte del Eiger. Que junto con las nortes del Mönch y la Jungfrau formas una trilogía impactante de personajes: el Ogro, el Monje y la Dama.

Para acceder al macizo, a diferencia del Valais suizo acribillado de teleféricos, el tren turístico abarrotado de alpinistas y turistas espera en la estación para partir rumbo al corazón de la montaña. Difícil describir la sensación de atravesar las entrañas del Eiger a bordo de esa máquina y de asomarse a los ventanales que se abren sobre la mítica pared escenario de tantas tragedias. El tren sigue su ruta de hierro por las tripas del macizo hasta desembocar a los pies de la Jungfrau justo debajo del observatorio astronómico de la Esfinge.  Desde allí ya pude contemplar la mayoría de las cimas del macizo y los extensos y gigantescos glaciares estriados que corren cuesta abajo hasta confluir en Konkordia mucho más abajo. La sensación era de unas montañas mucho menos domadas y deformadas que las vecinas del Valais.

El refugio del Mönch se encuentra a tiro de piedra del túnel por lo que en el mismo día pude dejar los trastos allí y subir ligero por la arista este hasta la cumbre del Monje. Un trayecto mixto de roca y nieve que se afila espectacularmente en el tramo final hasta el vértice como caminando sobre el alambre. Una hermosa montaña a la sombra del Ogro, más bajo pero más feroz.

En la cumbre del Mönch

Tras hacer noche en el refugio del Mönchjochshütte, el plan era ascender a la tercera en discordia, la brillante Jungfrau, pero está claro que ese día la señora no iba a dejar subir tan fácilmente por sus faldas. Día encapotado y neblinoso que nos hizo casi perder el camino agrietado del glaciar hasta sus pies, viento y furia en las ascensión por roca y nieve  hasta el Rottalsattel y la expuesta travesía que llevan a las rampas finales. Allí, la ventisca arreciaba con violencia y no parecía esconder nada bueno. Así las cosas, a pocos metros de la cumbre,  semáforo rojo y marcha atrás. Con cuidado. La lluvia incluso atacó en el descenso en pleno rapel en las rocas como despedida hasta el refugio.

No fue una semana de buen tiempo precisamente sobre el Oberland Bernés. Pero aún quedaban días para seguir descubriendo el macizo. Siguiente objetivo, Finsteraarhorn, el más alto.

(Oberland Bernés, verano de 2004)

La Jungfrau se niega a quitarse los velos



(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó