Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

lunes, 9 de agosto de 2010

POSTALES ALPINAS (VI): GROSS GRÜNHORN (4044 m)


El glaciar que baja desde las faldas de la Jungfrau y el Aletschhorn desciende suavemente por una ancha autopista blanca hacia el sur del macizo del Oberland Bernés llevando consigo mis pasos coronados de púas. De vez en cuando una grieta se interpone en mi camino pero no demasiadas ya que la pendiente es moderada y no hay lugar para grandes quebrantos del hielo. Otra cosa son los glaciares que se despeñan a mi alrededor desde las cumbres vecinas. El hielo está rocoso, duro y gris como el acero. El tiempo no está siendo muy favorable pero ese día de bajada hasta Konkordia parece que acompaña.

Atravesando el glaciar por Konkordia

Konkordia. Lugar de hermanamiento de glaciares diversos que unen sus caminos en buena harmonía para discurrir desde entonces dados de la mano fundidos en uno solo de tamaño colosal . Las morrenas laterales de cada uno se convierten en oscuras estrías paralelas como carriles en una autopista antediluviana. Desde la terraza del refugio se desvela el verdedero tamaño del glaciar, inapreciable desde su superficie, donde los hombres se vuelven hormigas y una avioneta  en vuelo bajo se pierde como una mariposa en un dédalo de hielo. Pero para llegar al refugio de Konkordiahütte es preciso ascender una miríada de escalones metálicos interrupidos por varias plataformas que demuestran la triste realidad del retroceso glaciar. Hace años el refugio estaba a pie de hielo. Ahora hay que subir varios centenares de metros por esa escala para llegar a él. Y sigue bajando.

Cruzando una grieta por un puentealgo inestable

La idea de llegar al refugio del Finsteaarhorn para desde allí ascender a la cumbre más alta del Oberland también se vino a pique. La vestisca y la niebla atizaban de madrugada y no era plan de salir del saco.  Además, dada la meteo traicionera, el refugio está casi vacío y podemos gozar de un par de edredones por persona. Pero será por montañas. Rápidamente se cambia de objetivo y a por el Gross Grünhorn que cae cerca. A pesar de que el cielo estaba dudoso e inestable, aguantó en la aproximación agrietada hasta el Grünneghorn, cumbre obligada antes del collado, y nos permitió hincarle el diente a la erizada arista del gran cuerno verde. No demasiado cargada de nieve se pasaba bien en tramos de mixto y trepadas variadas hasta la escueta cima precedida de un divertido paso sobre la cuerda floja. Lástima que las vistas no se extendieran más allá de los picos cercanos.Y para abajo rapidito que las nieblas se ciernen.

Arista y cumbre del Gross Grünhorn

Echados a perder los planes iniciales, resolvimos regresar desde Konkordia glaciar arriba hasta el refugio de Mönch y desde allí atacar los dos Fiescherhörner. Pero ni por esas. De madugada sigue nevando fuera. Cuando para un poco la cosa nos lanzamos desde el collado del Mönch para atravesar el Ewigschneefeld, que, haciendo honor a su nombre, "campo de nieve eterna", aparece tapado por una buena capa de nieve sobre la que discurre la cordada con un ojo sobre las grietas ocultas. Tras remontar los seracs y grietas que se despeñan desde los Fiescherhörner llegamos al punto en el que la rampa se empina y hay que sacar la cuerda para asegurar a largos. Pero la ventisca y la nieva vuelven a arreciar haciendo la llegada a las cumbres inútil. Está claro que no es la semana del Oberland Bernés... De regreso al refugio el cielo se abre y se asoma el sol, pero las nieblas siguen agarradas a las cumbres como banderas deshilachadas. El tiempo justo para alcanzar el tren y bajar por el interior del Eiger hasta Grindelwald.

(Oberland Bernés, verano de 2004)

La ventisca nos echa para abajo en los Fiescherhörner


(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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