La Norte del Aspe es una de esas clásicas alpinas cuya muesca no debe faltar en el mango del piolet de cualquier pireneista que se precie. Dificultad moderada y fácil acceso desde Candanchú, la hacen inevitable. Aunque tuve que esperar hasta abril de 2010 con motivo de una de las reuniones de habituales del Madteam, el XV Madstage, para poder probar de una vez semejante bocado de nata. Con unos cuantos amigos recién conocidos pude compartir la jornada primaveral.
Saliendo a buena hora de madrugada desde Candanchú con los frontales en la cabeza, remontando por las cicatrices horrendas de las pistas de esquí, afortunadamente ya cerradas, se llega al collado de Tortiellas desde donde se tiene una buena panorámica de toda la barrera norte que forma ese cordal, con el Aspe y la Muralla de Borau en primer término. Lástima que las pilonas de los remontes y los estragos de la perversa mano del hombre mancillen el paisaje como es habitual en las afrentas y pecados de las estaciones de esquí en nuestras montañas. Y la maldad sigue creciendo.
Desde allí toca descender hacia la cuenca del ibón de Tortiellas para remontar la pala de acceso que se dirige a la ruta normal de la vertiente norte del Aspe que conduce hasta el collado. Pero para enlazar con el corredor norte que surca la pared por su mismo centro, hay que emprender una travesía por encima de unos farallones rocosos que convierten el asunto en algo delicado en el que hay que mantener el buen tiento. Por fortuna la cantidad de la nieve y lo avanzado de la temporada aseguraban una buena huella que ayudaba a mantener el equilibrio y relajar el ánimo. Ni cuerda ni cacharros hubo que sacar.
Una vez en la pared norte, los pasos por la verticalidad se suceden uno tras otro alzándonos cada vez más alto por unas pendientes que nunca se vuelven extremas. A mano izquierda comienzan a asomar las cumbres que rodean el ibón de Ip, como la Pala de Ip, el Cotiella o el Punta Escarra. A diestra, asomará el Bisaurín y, ya en la cumbre, el cordal navarro-aragonés que nos lleva hasta la Mesa de los Tres Reyes y el Anie. Por la retaguardia, una buena colección de cumbres pirenaicas entre las que brilla con luz propia el faro del Midi d'Ossau.
Los últimos metros son los más empinados y encajonados para salir a la brecha a la izquierda de la cima en el punto que se une con la hermosa arista del Murciélago. De ahí a la cima apenas unos pasos sobre nieve inconsistente y enseguida el hito semienterrado. El panorama ya abarca los cuatro puntos cardinales mostrando hacia el sur el verde valle de Aísa muchos metros más abajo.
El descenso los hicimos por la ruta normal del collado para enlazar con nuestra huella que me llevó de vuelta a la civilización y el menú de dos platos y postre.
(Aspe, 24 de abril de 2010)
(Aspe, 24 de abril de 2010)
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