Jamás he estado en las Pribilof, esas islas del Mar de Bering hacia las que ponían proa en la maravillosa película El Mundo en sus Manos de Raoul Walsh. De momento me he quedado en la Alaska continental. Pero esa frase exclamada al frío viento del océano en el celuloide de 1952 siempre me ha sugerido las aventuras y emociones que, de alguna manera, intento encontrar en mis viajes.

miércoles, 7 de julio de 2010

BAJO EL SOL DE ABRIL: CARA NORTE DEL ALMANZOR


Aspecto del Almanzor desde el Morezón
 
La temporada invernal 2007, por no decir primaveral, terminaba y se nos había escapado viva la Norte del Almanzor ese año. El mes de abril ya no es época para muchas florituras sobre todo cuando los meses previos nos habían sido especialmente propicios. Poca nieve y poco frío. Si a eso sumamos que tampoco nos habían cuadrado mucho las fechas y planes ese invierno, pues el balance de actividades reseñables era más bien escaso.


Así las cosas, sorpresivamente en abril entró un frente que trajo nieves tardías e inesperadas. Aunque sabíamos que era previsible que las temperaturas subieran de manera contundente y que las condiciones no fueran las adecuadas, Antonio y yo nos decidimos a darnos a una vuelta por el circo de Gredos para ver si era posible escalar el Almanzor por su cara más hermosa. Coincidió que una pareja valenciana, amigos de Joserra, había venido a Madrid con intención de subir el Almanzor, por lo que rápidamente organizamos el viaje los cinco en furgoneta hasta Hoyos del Espino. Los planes eran que Joserra y ellos subirían por la ruta normal de la Portilla de Crampón y Antonio y yo intentaríamos la Norte.

Dicho y hecho, el sábado 14 de abril estábamos el refugio Elola con más ilusión que esperanza. Ciertamente había caído nieve y la hoya glaciar estaba más tapizada de blanco que la última vez que la habíamos visto en febrero de ese año. En aquella ocasión, acompañados de Carlos, nos encontramos más frío que nieve por lo que todo quedó en un intento. En esta ocasión sí parecía haber bastante más capa que entonces pero, como presumíamos, las temperaturas, ayudadas por un magnífico sol de abril, tendían a dispararse. Aún así, nos animamos a preguntar en el refugio por las condiciones de la Norte. Con los factores en juego, las previsiones no eran muy optimistas pero el guarda nos dijo que una cordada había subido a escalar la Norte ese día y que cuando regresaran podrían darnos datos de primera mano de cómo estaba la situación.


Las nubes amenazan con entrar en el Circo de Gredos

Alicaídos esperamos a que dicha cordada apareciera por el refugio y, cuando lo hizo, las noticias que traía, no por esperadas, fueron menos frustrantes. Efectivamente, las temperaturas eran altas y, aunque había bastante nieve en el circo, la Norte estaba bastante escasa de nieve dura y de hielo. Por supuesto que inquirimos sobre el estado de la cascada del segundo largo, punto clave de la escalada, pero la historia no cambió: hielo escaso y mucha roca.
Con esas novedades, las posibilidades de poder hacer la Norte en condiciones en esa ocasión parecían escaparse volando sobre la serranía avulense. Aunque bien sabíamos que en abril no podíamos esperar encontrarnos una montaña como en enero o febrero (por lo menos en los últimos años) íntimamente conservábamos la ambición de que, de modo extraordinario y casi por arte de magia, el hielo hubiera brotado por todas las grietas, fisuras y placas y la facha más septentrional del Moro hubiera lucido esplendorosamente nívea y acristalada. Una vez a los pies de la montaña, y con la realidad inevitable ante nosotros, no pudimos menos que torcer el gesto y poner caras largas ante la última oportunidad que nos evadía esa temporada.

A pesar de todo, nos metimos en los sacos con el despertador programado para las 5 y con un ojo en las estrellas que tachonaban un cielo de tinta negra sobre el Elola. Al menos haría bueno... El bip-bip-bip de los despertadores nos pone en marcha. Domingo 15 de abril. En vestirnos, tragar unas galletas y cargarnos el equipo, ya preparado la noche anterior, no tardamos demasiado, pero siempre en esos momentos se nos escapan más minutos de los que nos gustaría. El refugio tiene bastante afluencia ese fin de semana. El lunes es fiesta en la Comunidad Valenciana y bastantes montañeros y alpinistas de esas tierras se han animado a acercarse a la zona centro para probar las montañas de Gredos. Aún así, Antonio y yo sólo encontramos dos o tres cordadas deambulando por el refugio a esas horas.

Con la noche sobre nuestras cabezas echamos a andar, frontal en la frente, por las campas nevadas que, poco a poco, nos van elevando sobre la hoya de la Laguna Grande hacía la desembocadura de la canalona que baja de la Portilla Bermeja. Inmediatamente nos damos cuenta de que la temperatura es excesivamente alta para esas horas de la madrugada. Los torrentes de deshielo surgen por todos lados y se precipitan pendiente abajo entre nuestras botas. Pronto comienza a sobrar ropa: ¡se podría ir tranquilamente en camiseta! Las perspectivas de encontrar una vía con unas mínimas condiciones tienden a evaporarse.

Paulatinamente vamos ganando altura sobre el circo y cuando la nieve dura empieza a aflorar bajo nuestros pies nos calzamos los crampones. Siguiendo la ruta normal al Almanzor, torcemos a la derecha para embocar la canal que baja de la Portilla del Crampón. A esa altura ya empieza a clarear y una cordada valenciana que nos sigue, de la que sólo percibíamos las lucecitas de los frontales, ahora es perfectamente visible pisando nuestra huellas allá abajo. Parece que somos los primeros en la montaña ese domingo. Al fin una buena noticia.


El amanecer nos descubre en el zócalo

Antes de llegar a la parte final de la canal nos desviamos a la derecha para salir sobre el zócalo del Almanzor y hacer la travesía que lleva a la cara norte. En esos momentos el sol emerge sobre la fina línea de nubes violetas que enmarca el horizonte oriental e ilumina las cumbres nevadas. En unos pasos, tras flanquear sobre el inconmensurable circo glaciar, y una vez doblado el Diedro Esteras, estamos a pie de vía. A pesar de las negras previsiones, allí estamos, preparados para subir y ver qué nos encontramos más arriba. La duda de cómo se encontrará la cascada o de si ni siquiera existirá se mantiene sobre nuestros cascos, pero ya no es momento de echarse atrás. Hay que aprovechar las ocasiones y ante nosotros tenemos la última de escalar el Almanzor esa temporada.

Cuando no estamos equipando la cordada valenciana llega hasta nosotros. Nos saludamos cordialmente y compartimos té caliente, como debe ser entre compañeros de ilusiones y sueños. Sin más demora, Antonio encabeza el primer largo que lleva hasta la base de la cascada. Mete un fisurero como seguro y poco más tarde ya está montando la reunión en unas rocas. Allá voy yo de segundo. El largo es para disfrutar a tope. La nieve aún está dura a esa horas y los piolets se clavan hasta la cruz que es un gusto. Un pequeño resalte helado y me encaramo a la repisa donde Antonio me espera. Tras asegurarme miro hacia arriba y por fin puedo contemplar el estado de la cascada. Tan negro nos lo habíamos pintado que, a pesar de todo, no nos parece tan mal. En absoluto es la cascada invernal que cubre todo el paño de roca en otras ocasiones. La roca asoma por todos lados y únicamente unas placas de hielo decoran el paso. Antonio y yo debatimos brevemente sobre si atacar directamente la cascada tal y como está o buscar el paso en roca por el espolón de la derecha. Esta opción no nos parece más sencilla y además queremos intentar hacer la vía completa. Armados de ganas nos decidimos por salvar el resalte de mixto y a ver qué pasa.

Aunque en el orden lógico debería haber sido yo quien encabezara ese largo, le dejo a Antonio los trastos de matar y le aseguro desde la reunión. No me encuentro especialmente inspirado y no es cuestión de atascarse. La cordada valenciana de tres llega en esos momentos al final del primer largo y, respetando nuestra reunión, montan la suya en unas rocas a la izquierda. Antonio encara la cascada y se pelea a brazo partido con la fina capa de hielo. Arañando la roca con los crampones y tirando de los piolets consigue poco a poco izarse sobre el resalte. Las posibilidades de meter un seguro fiable no parecen muchas pero consigue encajar un empotrador y salir sobre la repisa nevada que hay encima de la cascada. En esos momentos dejo de verle, pero lo peor ha pasado ¡Bravo, Antonio! Al cabo de un tiempo, cuando Antonio ha cruzado el nevero superior e instalado la reunión, lo cual me corrobora por los habituales tirones de cuerdas, me preparo yo para escalar el segundo largo. Es mi turno, allá voy. 

Desde la reunión el paso parecía menos complicado, pero una vez metido en faena constato que un tramo de mixto no tiene nada que ver con un perfecto resalte en hielo. Aún así, más que escalando en hielo, consigo ascender apoyándome sobre las regletas con la punta de los crampones y gancheando con los piolets los resaltes rocosos. En algún punto puedo incluso clavarlos fiablemente. Con la tranquilidad subconsciente de ir de segundo estoy disfrutando íntimamente del tramo. Paradójicamente lo que más me cuesta es sacar el fisurero que había metido Antonio. Desde luego estaba a prueba de bombas. Enganchando los dos piolets en la repisa superior y tirando con fuerza de antebrazos, ayudado por las puntas de los crampones sobre el escaso hielo, consigo superar la cascada y salir sobre el empinado nevero que se abre en mitad de la cara Norte del Almanzor.

Desde la segunda reunión (Ya está superada la cascada)

Allí me saluda Antonio con júbilo sabiendo que hemos superado el paso clave y que lo demás debería ser coser y cantar. Me aproximo junto a él a la reunión y esta vez encabezo yo el tercer largo. Éste discurre por una estrecha canal a la izquierda que en unos metros llega a una bifurcación. El ramal derecho de la goulotte es el que conduce a la brecha cimera de la montaña. Como esperaba, dada la temperatura y la horas, la nieve en ese tramo está bastante blanda y, ayudado por la huella de días anteriores, puedo ascender con total tranquilidad sin ni siquiera tener que meter seguros. Me hubiera gustado encontrar este tramo más helado y con unas condiciones más "divertidas" pero tal y como estaba el panorama no me puedo quejar. Las cuerdas de 60 metros no dan para llegar hasta la brecha por lo que tengo que montar reunión a escasos metros de ésta sobre unas roca a la derecha de la goulotte. Dadas las condiciones de largo, con dos fisureros está lista. Recojo cuerda y Antonio sube rápidamente hasta mí. Desde ese punto se abren las más hermosas vistas de toda la vía, con la Laguna Grande y el circo nevado al fondo. Aprovecho para sacar alguna foto ya que las oportunidades a lo largo de la actividad no han sido muchas.


Antonio remontando el tercer largo

En esos momentos oigo unas voces desde arriba y al alzar la cabeza compruebo que desde la brecha nos saludan Joserra y los amigos valencianos. Han subido por la ruta normal de la Portilla del Crampón bastante más tarde que nosotros y curiosamente hemos coincidido en la cima. Parece que no hemos sido muy rápidos... Fácilmente Antonio y yo superamos el último largo extremadamente corto y nos alzamos sobre las rocas de la brecha. Tras saludar a los amigos, que ya bajan de la cima, dejamos las mochilas y trepamos hasta las rocas de la cumbre. La cordada valenciana que nos seguía ha optado por no atacar la cascada y escalar el espolón rocoso de la derecha. Me temo que después de nuestro paso no debió de quedar mucho hielo sano... Sea como fuere, la cordada ha debido de entretenerse porque ya nos les vemos.

Por fin en la cumbre

Tras las fotos de la cima agarrados a la cruz y al hito geodésico, contemplar las fantásticas vistas que se abren a nuestros pies y felicitarnos mutuamente con alborozo, recogemos las mochilas y encaramos el descenso flanqueando las Canales Oscuras y destrepando por la Portilla del Crampón. Joserra y los demás ya han comenzado el descenso hacia el refugio y nos les alcanzamos a mitad de recorrido. El sol luce magnífico sobre Gredos y la temperatura es alta. Ayudado por la refracción de la nieve, comenzamos a sudar y pronto nos vemos obligados a deshacernos de ropa.


Aspecto salvaje de las Canales Oscuras

Flanqueando las Canales Oscuras con buena huella

Una vez en el refugio, tras descasar, comer algo y ordenar el equipo, partimos rumbo a Barrerrones para llegar a la furgoneta en la plataforma de Hoyos del Espino cansados y aburridos de patear y de portear todo el equipo. El regreso siempre se me hace largo, pero con la satisfacción interna de haber cumplido el objetivo que anhelábamos, apenas ni me entero. 

La verdad es que nos hubiera gustado escalar la Norte del Almanzor en mejores condiciones invernales y habernos encontrado la cascada en todo su esplendor, pero dadas las circunstancias y la altura del año en la que estábamos nos podemos dar con un canto en los dientes. Además, si la vía la marcan de AD+ en condiciones adecuadas, creo que el resalte de mixto que tuvimos que superar tal vez estuviera más difícil en esa ocasión. Eso sí, ¡habrá que volver para hacerla otro año!

(Gredos,  15 de abril de 2007)


(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó

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