Cara norte del Veleta |
Aprovechando el buen tiempo en Sierra Nevada y dadas las dudosas condiciones del Pirineo, que fecha tras fecha se empeñaba en ponernos mala cara, en plena primavera me escapé con varios amigos rumbo sur en busca del llamado Canuto del Veleta. Con el invierno de copiosas nevadas que hemos tenido, las perspectivas de encontrar un buen panorama en las cumbres granadinas parecía halagüeño. Y así fue.
Aunque con suspense. El viernes por la noche las nubes se resistían a abandonar el cielo y algún que otro copo se dejó ver. El sábado amaneció envuelto en brumas y cuando nos bajamos del coche en el aparcamiento no se vía ni a tres ni a cinco en un burro o en toda la caballería. Afortunademente, según ascendíamos, las nieblas fueron abriendo arrastradas por un viento impetuoso que nos mostró las blancas lomas repletas de nieve.
Tras un rapel con mucho ambiente nos plantamos en lel corral del Veleta, auténtica caldera, porque el frío que pelaba expuestos al viento mientra esperábamos el turno para bajar se convirtió en calor sofocante en la aproximación hasta la base del corredor. Nos achicharramos hasta el punto de quitarnos chaquetas y forros y quedarnos en camiseta. Pero en cuanto comenzamos a remontar las primeras rampas heladas el frío volvió a aparecer, no en vano estábamos ya a tres mil metros. Una delicada travesía en nieve más dura de lo esperado para embocar el corredor y todo para arriba sin encordar pero con cuidado, que los crampones apenas entraban más que las puntas en varios tramos. La salida al collado fue espectacular, con la vista de la vertiente sur y todo el cordal hasta el Mulhacén y la Alcazaba. Desde ahí, para coronar la cima, hubo que hacer una travesía en nieve delicada y un par de largos en mixto por lo que sacamos a pasear la cuerda. La salida recta hubo que currársela en roca con crampones y estaba más cerca del IV que otra cosa. Seguramente la salida normal fuera por otro sitio...
Tras la foto de rigor en el hito y contemplar a un anglosajón en pantalones cortos y zapatillas de correr haciendo el energúmeno por allí, hora de descender. De bajada una grieta se abrió a nuestros pies, casi como en un glaciar debido a los enormes espesores de nieve acumulados, y hubo que tirar de brazos para sacar a la víctima del atolladero. Una anéctoda más que contar mientras libábamos una cerveza con los últimos rayos de sol coronando el Veleta. A recogerse que el fresquito ya se notaba.
(Veleta, 15 de mayo de 2010)
(c) Copyright del texto y de las fotos: Joaquín Moncó
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